Comentario
CAPITULO XXI
Prosigue las cosas de los reinos comarcanos al de Cochinchina y
algunas cosas notables de ellos con los. ritos y costumbres de los
moradores
Cerca de este reino de la Cochinchina está otro llamado Champa, que, aunque es pobre de oro y plata, es muy rico de drogas y maderas galanísimas y de grandes mantenimientos. El reino es muy grande y tiene mucha gente, que es un poco más blanca que la de Cochinchina.
Están tan cercanos a ser cristianos como sus vecinos; pero fáltales lo mesmo que a éstos para serlo. Tienen las propias leyes y ceremonias los unos y los otros, y son todos ellos idólatras y adoran las segundas causas al mesmo modo que los chinos, a quien también hacen una manera de reconocimiento.
De este reino se va fácilmente a Malaca dejando a mano derecha un reino llamado Camboja, el cual es grande y de muchísima gente y toda ella muy aficionada a andar por la mar. y navegar, a cuya causa tiene gran infinidad de bajeles. Es tierra muy fértil y de muchos mantenimientos, y hay en ella gran número de elefantes y abadas, que son unos animales de grandeza de dos grandes toros y tienen sobre el hocico un cuerno pequeño; de los cuales hay en el día de hoy uno en Madrid, que fue traído de la india a Su Majestad y lo van a ver muchos por cosa muy extraña y nunca vista en nuestra Europa, cuyo cuero es tan duro, según fama, que ningun hombre por de grandes fuerzas que sea lo podrá pasar de una estocada. Han querido decir algunos que es el unicornio, pero yo lo tengo por falso, y son de mi opinión casi todos los que han estado en aquellas partes y visto el verdadero unicornio.
En este reino está un religioso de la Orden de Santo Domingo llamado fray Silvestre, a quien llevó Dios a él para remedio de aquellas almas: ocúpase en aprender la lengua de los naturales y en predicar el santo Evangelio en ella y tiénelos tan bien preparados, que si tuviese algunos compañeros que le ayudasen, sacaría harto fruto para el cielo. Halos inviado a pedir a la India de Portugal y nunca se los han inviado, por ventura por siniestra informaciones de hombres a quienes el demonio toma por instrumentos para impedir la salvación de aquellas almas y que no salgan de su tirano poder. Este Padre escribió una carta a Malaca al Padre Martín Ignacio y a otros compañeros pidiéndoles por amor de Dios muy encarecidamente diese orden de que fuesen a ayudarle algunos religiosos de cualquier Orden, con certificación de que harían en ello muy gran servicio a Dios y remediarían a aquellas almas a quien él no osaba bautizar por temor de que después, faltando el regadío del Evangelio por defecto de arcaduces, no se tornase a producir la mala hierba de la idolatría. Esta petición no consiguió el efecto deseado por no haber recado de lo que pedía, ni hombre que estuviese desocupado. Supieron del que trajo esta carta, que el Rey de aquel reino tenía en grande veneración al dicho Padre fray Silvestre, en tanta manera que (como otro Patriarca José en Egipto) tenía en todo aquel reino el segundo lugar; y que el Rey todas las veces que le iba a hablar, le daba silla, del cual tenía grandes privilegios ganados y licencia para predicar en todo el reino el santo Evangelio sin contradicción alguna; y para hacer iglesias y lo demás que a él le pareciere necesario, ayudando para ello el propio Rey con grandes limosnas. Dijo así mismo que había por todo el reino muchas cruces y que eran tenidas en grandísima reverencia. Para confirmación de esta verdad vio el dicho Padre Ignacio en Malaca un presente que enviaba el Rey de este reino de Camboja a otro su amigo y entre muchas cosas que contenía de gran riqueza y curiosidad, iban dos cruces muy grandes y bien hechas de un palo galano y oloroso, y todas ellas guarnecidas riquísimamente de plata y oro con los títulos esmaltados.
Cerca de este reino está el de Sian, en altura de 15 grados a el Polo Artico y 300 leguas de Macao, a donde van los portugueses a contratar. Es la madre de toda la idolatría y el seminario de donde han salido muchas sectas para el Japón y para la China y Perú. Es un reino muy florido y bastecido de todas las cosas que para merecer nombre de bueno se requieren, y hay en él muchos elefantes y abadas y otros animales que en aquellas partes se crían. Demás de esto es muy rico de metales y maderas muy galanas y olorosas. La gente de este reino por la mayor parte es pusilánime, y a esta causa con ser infinita en número, están sujetos al Rey de Pegu, que los venció antiguamente en una batalla, como después se dirá, y páganle de ordinario muy pesado y gran tributo. Convertiríanse muy fácilmente a la fe de nuestro Señor Jesucristo y dejarían los ídolos, si hubiese quien se la predicase, y aun se sujetarían a cualquier rey y señor que les hiciese favor por no estarlo al que ahora obedecen, que los trata tiránicamente. Tienen entre ellos muchos religiosos a su modo, los cuales viven en comunidad y con gran aspereza de vida y son entre los demás tenidos en gran veneración por ello. La penitencia que hacen es espantosa y extraña, como se podrá juzgar de algunas cosas que aquí pondré de muchas que de éstos se cuentan.
Ninguno se puede casar ni hablar con mujer; y si acaso lo hiciese, sería irremisiblemente castigado con pena de muerte. Andan en todo tiempo descalzos y muy pobremente vestidos y no comen otra cosa sino arroz y hierbas, y esto lo piden de limosna cada día andando de puerta en puerta con la alforja a cuestas y los ojos clavados en la tierra con una modestia honestidad que espanta, y no piden la limosna ni la toman con las manos ni hacen otra cosa sino llamar y estarse quedos hasta que, o los despiden o se la echan en la alforja. Cuentan de ellos por muy cierto que muchas veces se ponen por penitencia en vivas carnes al resistero del sol (que es muy grande por estar aquella tierra 26 grados cercana al Ecuador), donde son atormentados de él y de los mosquitos, que hay infinitos, cosa que si se pasase por Dios sería un modo de martirio de grande merecimiento. Dios por su misericordia los alumbre con su gracia para que todo esto que agora les aprovecha tan poco para sus almas, les sea causa después del bautismo de merecer por ello muchos grados de gloria.
También en secreto hacen mucha penitencia y se levantan a media noche a rezar a los ídolos y lo hacen a coros, como lo usamos los cristianos, y no les es permitido tener renta ni ningún modo de contratación; y si la viesen en alguno, sería tan detestado como entre nosotros un hereje. Por estas asperezas (que las hacen, según dicen, por amor del cielo y con buen celo) son tenidos de la gente plebeya por santos, y como a tales lo reverencian y se encomiendan en sus oraciones es cuando tienen algún trabajo o enfermedad. Estas y otras muchas cosas se cuentan de ellos a este modo que podrían servir de confusión a los que profesándolas no las guardamos teniendo por esto el premio seguro y no de interés humano, sino del que Dios tiene aparejado para sus bienaventurados en el cielo. Haría la Ley evangélica en este reino mucho fruto por ser la gente muy limosnera y amiga de la virtud y de los hombres que la tienen. Esto experimentaron el dicho Padre Ignacio y sus compañeros en la China al tiempo que estaban presos, donde, como en una ciudad estuviesen ciertos embajadores del Rey de Sián que iban a la Corte y allí supiesen que tenían a los nuestros sentenciados a muerte por haber entrado en el reino sin licencia, los fueron a visitar y viéndoles con aquellos hábitos tan ásperos y pobres y que tenían mucha similitud con sus religiosos, les cobraron tanta afición que, demás de enviarles una buena limosna en que iban dos costales de arroz y mucho pescado y frutas, les ofrecieron todo el dinero que quisiesen y de rescatarlos por todo aquello que los jueces pidiesen por ellos. En agradecimiento de esta voluntad los trataron los nuestros y verificaron lo arriba dicho y que eran muy amadores de la virtud.